Marea Alta

MAREA ALTA

Los miércoles, termino la jornada de trabajo, cierro la laptop, tomo mi guitarra, unos bultos y me encamino al Seven Notes Piano Bar del hotel Barceló Santo Domingo (antiguo hotel Lina), donde me han convergido las Diosidencias mas chéveres.

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Mi papá me enseñó a respetar la música, y por transitividad, al músico. Mi viejo llegaba de su taller, se bañaba, se preparaba un trago, y se sentaba frente al tocadiscos, escuchando un vinilo, mientras limpiaba el próximo.


El escuchaba. Escuchaba música y letras. No estaba leyendo el periodico ni hablando en el teléfono mientras tanto. Solo escuchaba atentamente y en silencio, con la reverencia del que contempla anonadado el amanecer, o es secuestrado por un fresco de Rembrandt. Cuando mi padrino visitaba, el ritual era el mismo, solo que entre canciones compartían impresiones sobre lo que sus oidos consumían. Ninguno era músico. No se autopercibían como audiofilos. Solo sabían que lo que el altavoz reproducía era arte, y debía ser tratado con la reverencia debida.


Yo, que probablemente estaba sentado en el suelo jugando con mis carritos, entendí que algo estaba secuestrando el alma de mi viejo. Algo requería su atención. Escuchar requería respeto. Solo décadas después pude ponerle nombre: apreciación musical.


Así es como hoy día escucho música. Si. La pongo en el auto, en el gimnasio, o mientras trabajo. Pero cuando voy a ESCUCHAR MÚSICA, le dedico toda mi atención. Saco un momento como el que saco para ver una película. Alguien se tomó meses, tal vez años, en destilar sus emociones y su talento para transmitirme algo, en un estilo especial para él. Quiero respetar eso. Quiero vivir la experiencia de conectar con el artista. El compositor, el arreglista, el productor, los músicos, el ingeniero de grabación y el de mezcla, el ingeniero en masterización, todos trabajaron en conjunto con esa intención, y aportaron. Si las musas son escuchadas y bien comunicadas, va a ser una experiencia increible. Al terminar, suelo ir a la carátula y buscar las acreditaciones. Así descubro quién es Bob Ludwig, aprendo a reconocer a Pino Palladino, aún cuando colabora con artistas y géneros distintos, percibir la mano de David Foster en una producción, o una composición de John Williams. 

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Bueno, llego al Lina, y procedo a preparar la tarima. Hace poco mas de un año Federico Ortiz me confió colaborarle con el sonido de su banda, Marea Alta.


Y es que todos los miércoles, a las 9 de la noche, sube la Marea. Esta es la propuesta: libertad de las cadenas que la música comercial ACTUAL impone sobre los músicos. El centro de su música es el Jazz. Entregan magistralmente los standards, pero también insertan algunos buenos clásicos del pop, boleros y lo que yo llamo standards de merengue, interpretados y ejecutados con el respeto y la maestría que realmente exigen.


Mi misión (o una de ellas) es que el público pueda escuchar y percibir la dinámica de las ejecuciones, distinguir los colores de los instrumentos, y vivir lo que estos artistas quieren transmitir. Además, necesito asegurar el confort máximo de estos talentos, para que lo que escuchen como referencia les inspire, y no sea algo con lo que deban luchar. 


El Jazz no es estridente ni complejo para mezclar, pero dado el background diverso de los miembros de la banda, la ecualización tiene tiene sus caprichos.


Federico Ortiz, a quien ya antes había mencionado, director de la banda, pianista extraordinaire, tiene sus debidas credenciales como jazzista consumado, pero ha hecho su tarea con los grupos locales de merengue mas exigentes. Estuvo en el centro de la escena musical de Bávaro y Punta Cana durante años. No le gusta escucharse muy alto, pero es el líder de la banda y un solista de piano soberbio. Asi que busco un balance entre las bocinas de la tarima y las bocinas para el público. Lo segundo compensará a lo primero. Asi él estará contento, y el público podrá disfrutar de las exquisitas armonías que teje en sus solos. 


Acto seguido, paso con Lolo. No sé que más decir de Jose Mateo Valdez, sino que el país le debe. La música dominicana le debe, y es tiempo de que comience a pagar. Su trombón y saxofón han estado en mas de 15 años de música de Johnny Ventura, siendo responsable de múltiples arreglos, mas otras innumerables y notorias colaboraciones a lo largo de sus años soplando. El hombre sabe cómo ponerte a bailar, y sabe cómo partirte el corazón en mil pedazos. Lolo domina los standards, y también los puede merenguear sin ningún problema, y cómo lo hace! El está acostumbrado a una ecualización mas merengueada: un saxo un poco mas pristino, no el satinado sonido vintage de Harlem. Y le gusta una tajada sustanciosa de reverberancia. Tengo guardada su sesión, y le coloco el siempre confiable SM57. La dinámica de ese micrófono hace que el saxo pueda ponerse cálido y ñoño si el maestro toca mas de cerca, y se define mas si se aleja. Lolo usa todo eso a su favor para construir una obra maestra en cada frase.


La tarima es pequeña, y el venue no excede las 100 personas, pero igual quiero al menos compensar la batería, y agregarle un poco de reverb al snare. Usaba el método Glyn Johns para ello, pero desde hace unos meses veo que me basta con un micrófono en el kick y otro de condensador como overhead adecuadamente ubicado y direccionado. Miguel Montás se sienta en el trono. El rey era antes Virgilio Feliz, a quien seguimos extrañando en nuestros chistes, y cuando recordamos cuan atento y generoso era.


Miguel es el baterista de Marea Alta originalmente. Es un artista con un curriculum tan largo como la barba de Leland Sklar y tan diverso como la cocina china. Todo eso converge en una sola cabeza, poniendo a su disposición un arsenal de rudimentos inmenso y una métrica impecable. Como todo buen chef, él sabe que el truco no es simplemente tener todos los ingredientes; el truco es saber mezclarlos, es saber cocinar. Y al hombre le gusta preparar manjares! No sé si es común de los bateristas ser de humor tan ligero, pero Miguel es un hombre de risas. Sospecho que tener algo con qué desahogarse entrándole a palos regularmente debe ser terapéutico. 


El bajo no tiene muchas complicaciones porque lo saco directamente de la planta, que tiene una salida de direct injection. Al igual que la batería, solo compenso un poco. El bajo del jazz de los 70/80s y el merengue de la era de Oro suenan considerablemente similares, por eso con Ramón Guerrero (Piro) estoy tranquilo. Piro, al igual que el resto, es un músico sazonado y con una hoja de créditos envidiada por cualquier bajista local. Ha viajado medio mundo tocando en cruceros, pero aun así ha dejado un legado inborrable en tierra firme. Las historias y cuentos que tiene son dignas de un libro. Él es el hombre de los memes y stickers graciosos, es un artista de alta sensibilidad, que entrega a Herbie Hancok como a Bonnie Cepeda. En estos dias estamos conversando sobre cómo montar Axel F, de Faltermeyer.


Acto seguido, uso un micrófono Sehnheiser dinámico para nuestra diva, Melany Acosta. Esta joven, bueno, doña (se casó hace unos dias), cautiva a todos los que van a ver al grupo. Ella tiene la voz. No dije una voz, sino LA VOZ. Es una contralto natural, que no tiene reparos ni inhibiciones, y su voz sale sin tributos o influencias que vayan mas allá de las técnicas y adornos de sus ídolos, siempre adherida a un respeto celoso por el género de la canción que su voz encarna. Ella sabe que interpretar algo de Ella Fitzgerald o de Maridalia Hernández requiere dominiar el género, pero insisto, Ella canta como Melany Acosta... Y NO DESAFINA. Todos contamos ansiosos los minutos que le está tomando al mundo darse cuenta de su talento y del tremendo ser humano que es.


Son las 8:10pm. Recojo unos cables, limpio la tarima y paso entonces a instalar al guitarrista. 


Yo.


Si. Yo. Diosidencias. Como en tantas cosas de mi vida, una segunda oportunidad me ha sido dada. Entré a Marea Alta siendo Adonis el sonidista, y desde hace unos 8 meses estoy en tarima sentado entre estos titanes tocando guitarra. Ahora soy Adonis el guitarrista. No tengo mas que decir.



El pasado viernes 16 de mayo salimos de nuestra casa en el Lina, y nos fuimos a compartir con Fernando Rodriguez de Mondesert y nuestros amigos en el Fiesta Sunset Jazz. Este venue funge como el Blue Note dominicano. Ahí va gente que ama la música. Ahí no va un artista que no se respete, y que no sea debidamente depurado por Fernando. 


Viví una paella de emociones, y estoy seguro que no fui el único. Todos dimos lo mejor, y creo que el público conectó con ello.


Espero con ansias el próximo miércoles, cuando a las 9 de la noche sube la Marea nuevamente.


Y tú, considera esto una invitación.




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