Ojos lejanos que me miran...
Solo me tomará unos segundos de la diaria faena, en medio de tanta injusticia, corrupción e impunidad, el decirte que te quiero; que en muchas ocasiones has sido refugio contra las diarias ignominias, y autor de inusitadas sonrisas; el más inusual de mis amigos.
Temible para muchos, muy temido, y con razón. Tu naturaleza es así. Yo soy la excepción de esa tu regla, porque así lo has querido. De entre los demás me elegiste y me permitiste tutearte. Abriste una brecha magnánima en tu arrogancia y bajaste la guardia, mostrándome confianza.
Te volviste tan cercano a mí, que tus bravatas llegaron a resultarme tontas y hasta hilarantes. Cuando regresaba a casa, me recibías con algo que nunca sabré si era una sonrisa, pero esa simple incertidumbre no importó, tu alegría era evidente y fue mi único consuelo en muchos momentos de árida desolación. Esos en los que sentado a tu lado, te hablaba y mientras tu simplemente me mirabas.
A costa de los años me hice fuerte; inquebrantable ante la adversidad, mis lágrimas se hicieron más escasas. Aprendí de ti a no intimidarme, y tú me ponías a prueba. Llegué incluso a retarte amigablemente, a bromear y molestarte hasta hastiarte. Me gané tu respeto. Me mirabas igual.
Me acostumbré a creerte eterno. Pensaba que durarías toda mi vida. Hoy entiendo tristemente que no es así, mientras veo como te apagas lentamente; el tiempo vuela, mi querido amigo: más de 12 años han pasado y a pesar de nuestras marcadas diferencias, eres tan caro para mi corazón como los demás. Ahora yaces en el suelo, cansado, viejo, enfermo, ojos lejanos que me miran.
Diariamente navego en mares de hipocresía y mentira, viejo amigo. Yo te hice más dócil, tú me hiciste más salvaje. Sin embargo, ironicamente, eres la estrella que me saca de esas aguas por un rato, trayéndome de vuelta a las tierras de la más sincera inocencia, donde bajo mi escudo, suelto mis armas y descanso de la farsa, jugando como un niño. Eres de los pocos seres vivos que saben distinguir mis manos de mi cara; busca mis ojos, y me mira con cálido amor.
Me marcho con la marea. Ya sé que una de estas noches, cuando mire al firmamento, tu estrella no brillará más sobre mi. Trataré de recordarte, y recordar el camino...
Temible para muchos, muy temido, y con razón. Tu naturaleza es así. Yo soy la excepción de esa tu regla, porque así lo has querido. De entre los demás me elegiste y me permitiste tutearte. Abriste una brecha magnánima en tu arrogancia y bajaste la guardia, mostrándome confianza.
Te volviste tan cercano a mí, que tus bravatas llegaron a resultarme tontas y hasta hilarantes. Cuando regresaba a casa, me recibías con algo que nunca sabré si era una sonrisa, pero esa simple incertidumbre no importó, tu alegría era evidente y fue mi único consuelo en muchos momentos de árida desolación. Esos en los que sentado a tu lado, te hablaba y mientras tu simplemente me mirabas.
A costa de los años me hice fuerte; inquebrantable ante la adversidad, mis lágrimas se hicieron más escasas. Aprendí de ti a no intimidarme, y tú me ponías a prueba. Llegué incluso a retarte amigablemente, a bromear y molestarte hasta hastiarte. Me gané tu respeto. Me mirabas igual.
Me acostumbré a creerte eterno. Pensaba que durarías toda mi vida. Hoy entiendo tristemente que no es así, mientras veo como te apagas lentamente; el tiempo vuela, mi querido amigo: más de 12 años han pasado y a pesar de nuestras marcadas diferencias, eres tan caro para mi corazón como los demás. Ahora yaces en el suelo, cansado, viejo, enfermo, ojos lejanos que me miran.
Diariamente navego en mares de hipocresía y mentira, viejo amigo. Yo te hice más dócil, tú me hiciste más salvaje. Sin embargo, ironicamente, eres la estrella que me saca de esas aguas por un rato, trayéndome de vuelta a las tierras de la más sincera inocencia, donde bajo mi escudo, suelto mis armas y descanso de la farsa, jugando como un niño. Eres de los pocos seres vivos que saben distinguir mis manos de mi cara; busca mis ojos, y me mira con cálido amor.
Me marcho con la marea. Ya sé que una de estas noches, cuando mire al firmamento, tu estrella no brillará más sobre mi. Trataré de recordarte, y recordar el camino...
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PL