Silencio

No me había percatado de cuánto tiempo ha pasado desde mi última vitácora. Ha llovido tanto que no ha habido tiempo mas que para secarse. No soy el mismo. El hombre de ahora jamás será igual al de, por ejemplo... Ahora! Pero yo soy radicalmente distinto. Me creía intachable en el valle de mi historia, pero finalmente reconozco que he vivido enterrando cadáveres. Los errores, las malas decisiones y las malas acciones suelen alcanzar a algunos, como a mi.
Lo lamento por el dolor sufrido y el ocasionado. Lo lamento por el tiempo perdido, y el que he hecho perder. Lo lamento por los dedos que ahora señalan, y los que lo harán.
No me arrepiento, porque ahora me conozco mejor; ahora recuerdo lo que quería ser, y veo que tan lejos estaba de serlo. No me arrepiento porque redescubrí el amor de Dios y su misericordia. No me arrepiento porque se ha esterilizado mi cartera de amigos. No me arrepiento, porque todo esto se ha decantado por mi pugna por corregirme; por purgar, y no por irme de boca tras los excesos. La factura que está sobre la mesa es el pago de antiguas imprudencias y cegueras. Es el precio de desandar lúgubres pasos. Arrepentirme de ello sería dar la espalda a corregirme; a crecer.
Asi que no. De eso no me retracto. De querer ser mejor? De querer enderezar el curso, aunque se hunda la nave? No. De eso no.